José era el padre de una familia muy humilde que vivía, con su mujer, María y su hijo Jesús, en una pobre cabaña construida en un claro del bosque.

José salía al bosque con  Jesús y mientras él recogía leña para el hogar, el niño jugaba con los animales del bosque y con los pajaritos a los que daba miguitas de pan mientras iba recolectando frutos el bosque – fresas silvestres, frambuesas, moras y  arándanos – que llevaba a su madre para hacer ricas mermeladas.

El año había sido malo de cosechas y los ingresos escasos. Lo que obligó a José a trasladarse a la ciudad a hacer fortuna.

No te preocupes le dijo a su mujer, volveré pronto. A Jesús le prometió una harmónica para Nochebuena y se despidió de ellos.

Pasaron los días y como José no volvía, Maria dijo a su hijo – vamos a preparar el Belén –

Jesús ayudó a su madre y montaron un Belén precioso, donde lo que más resaltaba era el Niño.

Cada vez que volvía a casa, después de besar a su madre y entregarle lo que traía del bosque se paraba delante del Belén y le contaba al “Niño” lo que había hecho esa mañana y el “Niño” sonreía.

Una mañana al despertarse Jesús, comprobó que su madre no se había levantado, fue a ver y se la encontró en la cama con mucha fiebre y escalofríos. Fue a encender la lumbre para calentarla pero la leña se había acabado. Corriendo fue al bosque cercano  y mientras recogía un brazado de leña les decía a sus amigos los pajaritos que no podía entretenerse dándoles miguitas porque su madre estaba en la cama enferma.

Al llegar a casa pasó por delante del Belén y llorando le contó sus penas al “Niño”, seguidamente encendió la lumbre, calentó un poco de sopa y se la llevo a su madre.

El resto del día se dedicó a arreglar la casa y a atender a su madre con todo cariño. Pero ésta no mejoraba, continuaba con fiebre y se pasaba toda la noche tosiendo.

La noticia corrió por el bosque como la pólvora y todos los animales amigos de Jesús se reunieron bajo la presidencia del Búho, el cual asigno a cada uno una tarea.

Por la mañana Jesús se levanto temprano para ir al bosque a por leña y al salir de casa se llevó una gran sorpresa. Sobre el tronco donde su padre cortaba la leña había un ramillete de hierbas aromáticas que le habían recogido la familia conejo y un panal de miel que le había traído papá oso y al lado de la puerta un montón de ramas secas que trajo el ciervo en sus enormes cuernas.

 

Contento lo metió todo en casa, encendió una buena lumbre, preparó una infusión con las hierbas medicinales a la que añadió la miel y se la sirvió a su madre, que reconfortada quedó dormida. Momento que aprovecho Jesús para ir a contárselo al “Niño”, y el “Niño” sonreía.

Al día siguiente, en el banco al lado del pozo, se encontró un montón de nueces, avellanas y castañas que habían recolectado las ardillas.

Corriendo encendió el fuego, preparo la infusión con miel y se la llevó a su madre que la tomó con gusto.

Acto seguido fue al Belén y se lo contó al“Niño”, y el “Niño” sonreía.

A la mañana siguiente otra sorpresa; sus amigos los pajaritos recolectaron para él unos jugosos y dulces frutos del bosque que depositaron en el alfeizar de la ventana.  Como la madre se encontraba mejor preparó un riquísimo pastel de castañas, nueces y avellanas adornado con las fresas, frambuesas, moras y arándanos.

Después de desayunar Jesús, como de costumbre se acercó al Belén y se lo contó al “Niño”, y el “Niño” sonreía.

Así fuero pasando los días pero el padre no volvía.

La víspera de Navidad comenzó una fuerte nevada, preocupado Jesús se acercó al Belén y se lo contó al “Niño”, y el “Niño” sonreía.

Al anochecer Jesús pareció oír una melodía, llamó a su madre y se asomaron a la puerta, en la oscuridad les pareció ver una silueta en lo alto de la loma.

Habiendo conseguido ahorrar un dinero, José decidió el regreso a casa pero al llegar al bosque y debido a la gran nevada se encontró perdido. Se acordó de su mujer y de su hijo y elevó una plegaria al Cielo.

De pronto aparecieron una especie de parejas de puntos relucientes que parpadeaban en la oscuridad.

Eran los ojos amarillos de la familia de los Búhos que le iban señalando el camino hasta lo alto de la loma desde la cual pudo divisar la columna de humo que salía de la chimenea.

Contento, sacó la harmónica que le traía de regalo a su hijo y toco una canción.

Es lo que escuchaban Maria y Jesús desde la cabaña.

Juntos los tres, se acercaron al Belén y mientras Jesús tocaba un villancico con la harmónica que le había  regalado su padre, el “Niño” no dejaba de sonreír.