SENSACIONES

EL DÍA DE LAS SENSACIONES ESPECIALES

           

Al despertarme estaba algo aletargado, posiblemente por la pastilla que tomé anoche, pues llevo una temporada que tardo mucho en conciliar el sueño.

Quiero levantarme, pero a la vez quiero seguir en la cama. Se trata de una  – sensación desconcertante -.

Por fin me levanto, voy al baño y me arreglo. El agua fría – sensación desagradable – me recuerda las pretéritas madrugadas de invierno en mi juventud, para ir de caza. Pero recordé que fueron con mis amigos Jaime, Elías, Pepe y Josechu – sensación agradable – que me trae gratos recuerdos.

Aparece mi mujer en el despacho para pedirme que demos un paseo, desprende una fragancia especial  “Annais-Annais” de Cacharel, que me retrotrae a una  visita a Segovia que hicimos hace tiempo, donde le compré un pequeño frasco de dicho perfume, – sensación de emoción – que hace que sienta mariposillas en el estómago, rememorando los cariños y carantoñas de entonces.

Salimos a la calle y el cielo está nublado – sensación de morriña – un cielo de un tono gris plomizo, acompañado de una lluvia fina, que me recuerda nuestras estancias en Gijón visitando los chigres donde tomábamos “oricios”, un buen “cabrales” untado en ese pan de pueblo tan esponjoso y regado con la mejor sidra de la región.

Salimos de casa y tomamos en Concepción  Jerónima, el autobús de la línea 17 para ir a la Calle Toledo.

Arranca el conductor y como un poseso, cruza la calle Toledo a toda velocidad y se lanza vertiginoso por la calle Segovia abajo. Los viajeros asombrados se quejan del cambio de itinerario.

El conductor ni se disculpa ni justifica el cambio de rumbo. Por fin rectifica y por la Ronda de Segovia llegamos a la Puerta de Toledo – sensación de perplejidad– pues ese no es el trayecto habitual de la línea 17.

Me trae a la memoria el día en el que en un coche alquilado, durante mi viaje de novios en Tenerife, me metí sin darme cuenta por dirección prohibida y tuve que acelerar al máximo para encontrar la primera salida hábil.

Nos bajamos en la Puerta de Toledo y retrocediendo en dirección a la Plaza Mayor pasamos por una Galería Comercial en la que hay una pescadería estupenda.

 

Aprovechamos y entramos a comprar. Nos envuelve un olor a pescado fresco, a marisco recién pescado, – sensación de añoranza – de los días veraniegos en Denia, en los que por la tarde íbamos al puerto a ver llegar los barcos pesqueros y después visitábamos la lonja para asistir a la subasta del pescado.

Hecha la compra subimos toda la cuesta de la calle Toledo cargando con las bolsas y ya en la Latina – sensación de cansancio – me viene el recuerdo mi juventud en el pueblo de La Adrada cuando después de un día durante las fiestas, después del baile y la diversión nocturna, tenía que recorrer andando los dos kilómetros y medio cuesta arriba para llegar a casa, situada en el paraje llamado Sierra de Aguas.

Cruzando la Plaza Mayor accedemos a la Calle Mayor y en el Portal nº 12 introduzco la llave en la cerradura, subimos los dos pisos andando.

Llegamos a casa, dejo las bolsas en el recibidor y me siento en el sillón delante de la tele. No la enciendo, el silencio absoluto que me rodea hace que me relaje, me invada una enorme – SENSACIÓN DE PAZ – y me despido de un día en el que he percibido varias “SENSACIONES ESPECIALES”.