Gran revuelo de alumnos a la entrada del Hospital Clínico de la Facultad de Veterinaria de Madrid. Están descargando de un furgón una jaula de gruesos barrotes.

            Vienen del Zoológico de Madrid y traen un ¡ Jaguar !

El veterinario del Zoo me informa que se trata de una fractura de fémur. Le pregunto sobre la causa productora de dicha fractura y la respuesta es espeluznante.

            Uno de los cuidadores entra en el recinto de la fiera para realizar la limpieza rutinaria.

Previamente se desplaza al animal fuera, al parque y se comienza con la tarea, el trabajador no se da cuenta de que no han cerrado la comunicación.

            El mozo comienza a barrer las deyecciones y de pronto con un movimiento instintivo se vuelve, en el mismo instante que el jaguar esta dispuesto a saltar sobre él.

En un acto de autodefensa, ni corto ni perezoso le suelta un certero bastonazo con el cepillo que impacta en la extremidad posterior.

El jaguar desconcertado, aturdido y visiblemente dolorido tiene unos segundos de estupor, tiempo que el cuidador aprovecha para salir del recinto salvando su integridad física.

La panorámica que se presenta es de película: De entrada los barrotes de la jaula ya no me parecen tan gruesos. En su interior hay una fiera rugiendo furiosa y lanzando zarpazos a diestro y siniestro.

 

Primeramente hay que realizar una radiografía para ver de que tipo de fractura se trata.

No hay problema; Son las palabras del veterinario del zoo. Se anestesia previamente y ya está.

Y ¿quién le pincha? ; Estas son mis palabras.

Como si se hubieran puesto de acuerdo, con una sincronía perfecta, un mozo hostiga al jaguar con un palo y cuando éste lo tiene fuertemente cogido con sus mandíbulas otro mozo pisa el palo y con ello inmoviliza la cabeza del felino contra el suelo de la jaula.

Simultáneamente otro ayudante agarra la extremidad lesionada y el veterinario le administra una inyección con el anestésico.

A esperar…

A los veinte minutos la fiera yace plácidamente…  Yo la veo con los ojos abiertos y ronroneando, dicen que como un gatito. A mí me parecen rugidos.

Orden del veterinario: sacarlo y a la mesa de rayos. Lo cogen como a un peluche lo colocan sobre la mesa de rayos y en el monitor de TV se observa una fractura del tercio medio de fémur, transversal, sin desviación y sin tercer fragmento.

Una perita en dulce, en el argot de los traumatólogos. Con un Clavo intra medular introducido a través de la fosa trocantérea se soluciona.

Dieter, ya puedes operar.

La voz parece que me llega del mas allá.

Cómo voy a operar a un animal salvaje, a una fiera, que me está mirando y rugiendo y además sin atar.

Me aseguran que el jaguar está totalmente dormido, que no hay ningún peligro, por lo tanto haciendo de tripas corazón comienzo la  intervención.

Es fácil introducir el clavo bajo control  radiológico. La operación un éxito.

Me retiro de la mesa con la espalda chorreando de sudor.

Me vuelvo, creo que todavía estoy pálido, voy a hacer un comentario a un compañero, profesor veterinario militar, que no me deja hablar y me dice: ¿Tenías miedo verdad? Pero estabas seguro, yo te estaba guardando las espaldas. Con disimulo me enseña su pistolón reglamentario. Si se llega a mover un solo milímetro le descerrajo un tiro.